Y fue el CD Alhaurino, quien volvió a encontrar en su escudo y en su gente el camino hacia la victoria, un 1-0 ante el CD Torreperogil que confirma, ya sin discusión, la salida definitiva del bache.
Llegaba a Alhaurín el Grande el colista de la competición, capitaneado por un viejo conocido de la afición azulilla como Mario Ballesteros (en la foto del artículo junto a Yerai), con la imperiosa necesidad de puntuar.
El contexto no invitaba al lucimiento. El viento mandaba más que el balón y el partido arrancó espeso, trabado, con mucho centrocampismo y escasas llegadas. El juego se cocinaba en la sala de máquinas, sin apenas fisuras en ninguna de las dos áreas.
Aun así, fue el Torreperogil quien, poco a poco, trató de hacerse con la manija, chocando una y otra vez contra una defensa del Decano seria, firme y concentrada, muy lejos de cualquier concesión.
El viento convirtió cada control y cada pase en un desafío. Las pocas jugadas trenzadas se deshacían antes de nacer y el primer acto transcurrió entre imprecisiones, disputas y mucho esfuerzo invisible. Un partido feo, sí, pero también un partido de esos que se ganan desde la paciencia y la convicción.
Tras el descanso, el guion apenas varió. El viento seguía siendo un enemigo común y el fútbol continuaba resistiéndose a aparecer. Las llegadas claras seguían brillando por su ausencia y el Decano parecía acusar el desgaste.
Fue entonces cuando el banquillo agitó el tablero. Álvaro y Tomé, en el minuto 57, aportaron oxígeno, criterio y una marcha más en el centro del campo. El Alhaurino empezaba a creer que, incluso en medio del caos, podía haber recompensa.
Y la hubo. Minuto 64. En plena fase de asedio visitante, una jugada nacida desde atrás cambió el destino del partido. El balón llegó a Oliva, que filtró un pase medido hacia Jarauta. De primeras, el delantero vio el desmarque de Yerai, que encaró al meta jienense.
El guardameta no logró cortar el balón y Yerai, ya mano a mano con un defensor, lo superó y definió con suspense, viendo cómo el esférico besaba la red. Gol. Explosión contenida. Justicia en el marcador.
A partir de ahí, el Alhaurino jugó con la cabeza. Cedió el balón a un Torreperogil que, pese a contar ahora con el viento a favor, fue incapaz de quebrar la muralla azulilla. La solidez defensiva permitió al Decano crecer a la contra, llegando con más peligro que su rival.
El segundo estuvo cerca en un lanzamiento con parábola de Tomé, bien detenido por el meta visitante. Incluso se reclamó un posible penalti sobre Jarauta, que acabó lesionado en el hombro, pero nada alteró el resultado.
El pitido final certificó mucho más que tres puntos. Certificó un momento. Siete puntos de nueve posibles en las últimas tres jornadas, un salto hasta la décima posición, 18 puntos en el casillero y la sensación de que este equipo ha vuelto a encontrarse a sí mismo.
A falta de dos jornadas para cerrar la primera vuelta, el domingo a las 12.30 horas la última del año a domicilio en Churriana de la Vega, el Decano se despidió de su feudo en este 2025 con una victoria que sabe a reafirmación.
Porque el Miguel Fijones no solo vio ganar a su equipo. Vio resistir al viento, competir en la adversidad y volver a creer. Y eso, en la historia centenaria del Club Deportivo Alhaurino, siempre ha sido el primer paso hacia nuevas mañanas de gloria.
CD Alhaurino: Galisteo, Andy, Yago, Óscar (Tomé 57'), Jarauta (Lupi 90'), Raúl Sánchez (Álvaro García 57'), Hatim, Yerai (Largo 75'), Oliva, Adri Ferrete (Manu Sánchez 75') y Dickson
CD Torreperogil: Razak, Balle, Manu Avilés (Galiano 83'), Luis Lara, Sergio, Uge (Adri Delgado 63'), Jero Díaz (Jaime 67'), Mario Ballesteros, Alberto, Toni Caracuel (Alberto 67') y Ramón (Sergio Ramos 83')
Goles: 1-0, Yerai (64').
Árbitro: Jiménez Villalba, Rafael (Colegio Ceutí), amonestó por los locales a Galisteo y por los visitantes a Ramón, Toni Caracuel, Balle.