La Finalissima ya resuena en el horizonte


Nunca olvidaré aquel primer rugido de mi trompeta en una gran final. Era como si el alma de España entera respirara dentro del metal, como si cada nota viajara directa al corazón de quienes visten de rojo y sienten que cada partido es una batalla por el honor. 

Hoy, cuando la FIFA ha propuesto que la Finalissima entre España y Argentina se dispute el 27 de marzo en el Estadio Lusail de Doha, esa sensación vuelve a encenderse dentro de mí. No es todavía oficial, porque todo depende de que España selle su clasificación directa al Mundial, pero ya puedo imaginar el sonido de los bombos, los cánticos y la trompeta que, una vez más, llevará la melodía de la Furia Española al otro lado del mundo.

Será un viernes de historia si finalmente se confirma. La FIFA quiere que el ambiente respire grandeza, que Doha se vista de final, que España y Argentina se encuentren frente a frente con el respeto de los campeones. Europa contra Sudamérica. La Roja frente a la Albiceleste. 

El Lusail, testigo del último Mundial, volvería a ser escenario de leyenda. Y allí estará la Marea Roja, la que nunca falla, la que no entiende de distancias ni de horarios, la que convierte cada rincón del planeta en una pequeña grada de Nervión, de Mestalla, del Bernabéu o del Miguel Fijones.

Luis de la Fuente ya ha trazado el plan. Su última lista para los compromisos ante Georgia y Turquía en Sevilla marcó el pulso del grupo: la mezcla perfecta entre los veteranos que sostienen el alma del vestuario y los jóvenes que pisan fuerte con hambre y descaro.

Y junto a ellos, un bloque que se siente familia, que entrena como si cada sesión fuese una final, que sueña con levantar esa Finalissima y después encarar el Mundial con la cabeza alta y el corazón latiendo a ritmo de pasodoble.

Pero antes de que el sueño de Doha se haga realidad, hay dos batallas que librar. Tiflis y Sevilla son los campos donde España se jugará su pase. Y allí estará la trompeta de España, viajando una vez más con el equipo, haciendo sonar su aliento en cada esquina del estadio. 

En Georgia, bajo el frío y la presión del público rival, y en La Cartuja, entre el calor de la grada andaluza, sonará la melodía que anima, que une, que despierta el alma de la Marea Roja y la Furia Española, que ya prepara sus banderas, sus cánticos y su corazón para estar al lado de la selección.

Solo cuando España certifique su clasificación para el Mundial, la FIFA hará oficial la fecha definitiva de la Finalissima, y el gran duelo ante Argentina se convertirá en una realidad. Hasta entonces, la Federación trabaja con cautela, perfilando detalles, afinando los tiempos, y contemplando la posibilidad de disputar un amistoso ante Qatar o en algún país cercano antes del gran encuentro. 

Un partido que serviría como antesala del choque de campeones, una oportunidad para adaptarse al clima, al ambiente y al ritmo del desierto, y para seguir dando minutos a un grupo que no deja de crecer.

La cita ante Argentina será más que un partido. Será un símbolo. La lucha de dos estilos, dos pasiones, dos banderas que se respetan y se desafían. La FIFA quiere que el evento brille, que se sienta en el aire la tensión de los grandes días. 

Y España, con su trompeta, con sus gargantas, con su orgullo, no fallará. Porque detrás de cada jugador hay miles de almas que viajan, que ahorran, que sueñan con estar allí. Ya se preparan banderas, bombos, bufandas y cómo no, La Trompeta de España. Ya suenan los primeros vuelos hacia Doha, y con ellos la certeza de que el rojo volverá a teñir las gradas del desierto.

Y cómo no, entre los símbolos eternos de nuestra afición, Manolo el del Bombo vuelve a ser protagonista. La FIFA ha reconocido su trayectoria nominándolo a los premios a la mejor afición del mundo, un gesto que honra a quien lleva décadas siendo el corazón que late detrás de cada “¡A por ellos!”. 

Manolo es mucho más que un aficionado, es historia viva del fútbol español, un icono que ha tocado su bombo en todos los continentes y que representa a todos los que sentimos que el fútbol no se mira, se vive.

Doha podría ser el siguiente capítulo de esta aventura que no se detiene. España, con la segunda camiseta blanca de Adidas —la que lucirá en la Finalissima—, saldrá al Lusail sabiendo que cada toque de balón es una nota más en la sinfonía de la Roja. 

Y yo estaré allí, con mi trompeta, listo para que el metal vuelva a rugir entre el calor del desierto, para que el eco de la Furia y Marea se escuche más allá de las dunas. Porque mientras exista una grada teñida de rojo y una trompeta que cante a España, nunca faltará la música de nuestra pasión.

La Finalissima aún no es una certeza, pero ya es un sueño que suena fuerte. Y si algo ha enseñado esta selección es que los sueños, cuando se persiguen con el corazón, siempre terminan por cumplirse.