Elche y Valladolid a la vista


Siento el escalofrío en el pecho al pensar en octubre, porque no es otro mes más para la Selección Española, no ya. En un abrir y cerrar de ojos, lo que era una ventana de selecciones en septiembre y otra en octubre, se fusionará en el calendario FIFA para permitir cuatro partidos oficiales de una sola tirada, y eso pone en tensión todos los focos ahora. 

Esta convocatoria de octubre de 2025 será de las que se recuerdan, porque se juega mucho más que puntos: se juega prestigio, se juega historia mundialista, se juega el aliento del pueblo. Yo voy a estar allí, con mi trompeta como estandarte, como siempre, dispuesto a que mi sonido forme parte del coro que empuja a la Roja hacia adelante.

La primera parada será Elche, el sábado 11 de octubre en el Martínez Valero, frente a Georgia. Será la primera vez que llevo la trompeta a ese estadio para animar a España, y eso remueve algo profundo en mí, porque Elche tiene una historia especial con la Selección. 

He repasado los datos: España ha jugado hasta ahora seis partidos allí, siempre con victoria. El primero fue un amistoso contra Bélgica preparando el Mundial 1986, ganado 3-0. Luego un partido clasificatorio para la Eurocopa 1996 contra Macedonia en 1995, también 3-0. 

En 2003, otro clasificatorio para la Eurocopa frente a Ucrania, victoria 2-1. En 2006, amistoso ante Egipto, 2-0. En 2008, otro amistoso, esta vez con triunfo 1-0 frente a Italia. Y la más reciente, en septiembre de 2018, ya en la Liga de Naciones, goliza 6-0 ante Croacia. 

Sé lo que significa regresar después de años, el Martínez Valero se abrirá para nosotros, para la pasión, para las gargantas y los bombos, pero también para la trompeta que quiere gritar victoria. Sé que nunca hemos perdido allí, el balance es abrumador: 17 goles a favor, solo uno en contra en todos esos seis partidos. 

Tres días más tarde, Valladolid, José Zorrilla, martes 14 de octubre, contra Bulgaria. He estado allí antes con la trompeta, y recuerdo la última vez que escuché la grada retumbar, que vi a los compañeros alzarse de sus asientos, que sentí que cada nota que sacaba era parte de algo mayor. 

Volver será un retorno lleno de ilusión, la reafirmación de que Valladolid responde cuando la Roja juega. El historial allí también me inspira: cuatro partidos jugados hasta la fecha por España en Zorrilla, todos victorias. 

Un amistoso en 1992 contra Estados Unidos (2-0), la clasificación para el Mundial 1998 ante República Checa en 1997 (1-0), otro amistoso en 2006 con Costa de Marfil que fue tremendo; 3-2 remontando con goles de Villa, Reyes y Juanito. Y el más reciente, el 19 de noviembre de 2023, partido clasificatorio para la Eurocopa 2024 ante Georgia, triunfo 3-1 que pude presenciar. 

Al mirar a esos pasados me doy cuenta de lo que significan estos partidos ahora: no somos equipo que visite de paso, somos equipo que viene con historia, con peso, con responsabilidad. En Elche y Valladolid no solo se jugarán puntos de clasificación al Mundial 2026 —antes del gran cambio de calendario que hará de octubre una ventana doble de peso—, se jugará confianza, se jugará liderazgo en la tabla, y se jugará para que la afición sienta orgullo de pertenencia.

En la imágen ilustrativa yo con la trompeta, Marcelino Monferrer, Rafa de Almayate, una vista panorámica del Zorrilla, la grada llena, mucho frío, banderas, cantos, el murmullo subiendo hasta convertirse en rugido. Esa imagen, esa escena, será eje de un artículo, será el símbolo de lo que somos: selección, seguidores, territorio unido por un balón, por un himno, por una pasión que no entiende de distancias.

Cuando el árbitro dé el pitido inicial en Elche, me daré cuenta de que estoy en una nueva página de la historia. No será solo Georgia frente a España, será el reto de mantener lo inmaculado en Martínez Valero, ese estadio donde siempre hemos sonreído, donde nunca hemos cedido. 

Y luego, en Valladolid, será reafirmar que Zorrilla es amigo, que nos acoge, que vibra, que responde. Que cuando la Roja pisa ese césped, nos levantamos todos: jugadores, técnicos, hinchas, trompeta en mano.

Necesitamos ganar, no por vanidad, no por ego, sino porque cada victoria talla nuestra senda hacia el Mundial, porque cada derrota sería una losa pesada en un grupo donde no se regalan los puntos. La clasificación aún puede torcerse, el rival puede apretar, el viento puede soplar en contra, pero sé que no somos solo once en el campo, ni solo afición en la grada: somos la memoria, somos la historia, somos el futuro que se escribe con cada gol, con cada parada, con cada nota de trompeta que acompañe el himno.

Yo estaré ahí, con la trompeta, con ganas de que cuando suene el pitido final en Elche suene la victoria, y en Valladolid otra vez la victoria, para que al regreso a casa podamos decir que octubre cambió algo en nosotros, que el aliento valió, que la Selección respondió como merece. Porque esto no es un editorial cualquiera; esto es mi devenir junto a la Roja, y octubre será capítulo de orgullo.