Alhaurinos de padres a hijos


El CD Alhaurino no es un club cualquiera. Es un legado, una herencia que traspasa generaciones, un sentimiento que va más allá de un balón y un escudo. El Decano del fútbol malagueño, con más de un siglo de historia, ha visto cómo el tiempo entrelaza destinos, dibujando paradojas que solo el fútbol y la longevidad de esta institución pueden regalar: padres e hijos, tíos y sobrinos, compañeros y discípulos, todos unidos por la misma pasión, la camiseta azulilla.

El pasado curso vivimos un ejemplo inolvidable. Samu Sánchez, aún juvenil, debutaba con el CD Alhaurino en Churriana de la Vega. La justicia poética quiso que en ese día tan especial estuviera presente su mentor y tío, Francisco Javier Guzmán “Kiki”, quien semanas más tarde nos dejaría para siempre. Samu es hijo de Luis “Baldomero”, un mediocentro de ensueño en los años 90, dueño de un toque exquisito y especialista en faltas que hacían vibrar al Miguel Fijones de albero.

En aquella década compartió durante un curso terreno de juego y vestuario con Alias, defensor de raza y carácter, cuya potencia lo hacía temible. Entre semana guardaba la puerta de una discoteca; los domingos, el orgullo de la defensa azulilla. 

Hoy, el destino ha querido que ambos herederos, Samu (hijo de Luis) y Largo (hijo de Alias), compartan el sintético del Fijones como pupilos de Francis García, quien a su vez debutó esa misma década con apenas 15 años bajo las órdenes de Jiménez Rueda y que hoy, desde el banquillo, guía a los descendientes de sus antiguos compañeros.

El fútbol, siempre caprichoso, dejó con Lupi otra historia digna de leyenda. El capitán azulillo, que debutó en Tercera División el 21 de noviembre de 2010 en Campohermoso ante la AD Comarca de Níjar, vivió grandes batallas junto a Argüello, con quien compartió dos temporadas de gloria bajo las riendas del coíno Miguel López. El 5 de mayo de 2013, en el campo de Santa Fe, ambos jugaron juntos por última vez, venciendo 1-2 a la UD Fuengirola Los Boliches.

Y como si la vida quisiera dejar constancia gráfica de este destino, la foto que ilustra este artículo lo refleja a la perfección: Argüello abrazando a Juanlu tras un gol, con Lupi llegando desde atrás para fundirse con ellos en un mismo gesto de unión. 

Alrededor, Álex, Jaime Vera, David Patalete, Jacob… y también Rico, hijo del mítico central azulillo que coincidió en la misma época de Luis y Alias en el Decano. Una instantánea que habla por sí sola: el pasado, el presente y el futuro del Alhaurino compartiendo el mismo abrazo.

¿Quién podía imaginar entonces que, 12 años, 4 meses y 9 días después, aquel mismo Lupi —ya el más veterano de la plantilla— sería sustituido en el minuto 42 por Yago Argüello, hijo de su antiguo compañero, en un duelo frente al CP Mijas Las Lagunas en el Juan Gambero Culebra? Una jugada escrita no por un entrenador, sino por la pluma invisible de la historia.

Porque eso es el CD Alhaurino: un crisol de memorias y legados. Padres que transmiten a sus hijos el orgullo de defender la camiseta más antigua de Málaga. Hermanos, tíos, sobrinos y nietos que sienten que vestir de azul no es solo competir, sino honrar una tradición centenaria. Cada pase, cada gol, cada gota de sudor derramada en el Miguel Fijones es una semilla que germina en nuevas generaciones.

El fútbol es presente, pero también memoria y futuro. Y en Alhaurín el Grande, ese futuro siempre llevará un apellido azulillo. Porque ser del Decano no se elige: se hereda, se vive y se transmite de padres a hijos.