En la noche del 5 de julio de 2024, el Estadio Stuttgart Arena se convirtió en el escenario de una epopeya inolvidable. España, con el alma de su afición y la magia de su fútbol, derrotó a Alemania 2-1 en los cuartos de final de la Eurocopa 2024, avanzando a semifinales con una victoria histórica.
Desde las primeras notas de la trompeta de Sete Fernández, el malagueño que lleva dos décadas animando a la Roja, la afición española se hizo sentir en territorio alemán. Con su trompeta, Sete no solo marcó el ritmo de la hinchada, sino que también tejió un lazo emocional entre los 10.000 españoles presentes y su equipo, creando una atmósfera única que trascendió las fronteras del deporte .
En el terreno de juego, España desplegó su fútbol total. Dani Olmo adelantó a la Roja con un gol magistral en el minuto 51, pero la esperanza alemana renació con el gol de Wirtz en el minuto 89, llevando el partido a la prórroga. Cuando todo parecía indicar que los penaltis decidirían el destino, Mikel Merino, con un cabezazo certero en el minuto 119, selló el pase a semifinales, emulando a su padre, Miguel Merino, quien también marcó en ese mismo estadio 33 años antes .
La victoria no solo fue un triunfo deportivo, sino también una victoria del espíritu colectivo. La afición española, aunque minoritaria en un estadio lleno de seguidores alemanes, nunca dejó de alentar, cantando himnos como "Mi gran noche" y "Que viva España", y mostrando una pasión que hizo vibrar cada rincón del estadio .
Este partido no solo será recordado por los goles y las emociones vividas, sino por la unión entre jugadores y aficionados, por la magia de Sete y su trompeta, y por la demostración de que, cuando España juega, el corazón late al ritmo de su gente. Una historia que, sin duda, merece ser contada en la gran pantalla.
Desde las primeras notas de la trompeta de Sete Fernández, el malagueño que lleva dos décadas animando a la Roja, la afición española se hizo sentir en territorio alemán. Con su trompeta, Sete no solo marcó el ritmo de la hinchada, sino que también tejió un lazo emocional entre los 10.000 españoles presentes y su equipo, creando una atmósfera única que trascendió las fronteras del deporte .
En el terreno de juego, España desplegó su fútbol total. Dani Olmo adelantó a la Roja con un gol magistral en el minuto 51, pero la esperanza alemana renació con el gol de Wirtz en el minuto 89, llevando el partido a la prórroga. Cuando todo parecía indicar que los penaltis decidirían el destino, Mikel Merino, con un cabezazo certero en el minuto 119, selló el pase a semifinales, emulando a su padre, Miguel Merino, quien también marcó en ese mismo estadio 33 años antes .
La victoria no solo fue un triunfo deportivo, sino también una victoria del espíritu colectivo. La afición española, aunque minoritaria en un estadio lleno de seguidores alemanes, nunca dejó de alentar, cantando himnos como "Mi gran noche" y "Que viva España", y mostrando una pasión que hizo vibrar cada rincón del estadio .
Este partido no solo será recordado por los goles y las emociones vividas, sino por la unión entre jugadores y aficionados, por la magia de Sete y su trompeta, y por la demostración de que, cuando España juega, el corazón late al ritmo de su gente. Una historia que, sin duda, merece ser contada en la gran pantalla.
